Es habitual encontrarse a personas con un cierto nivel cultural que niegan
cualquier oportunidad para que la televisión pueda ser utilizada
como medio de apoyo a la enseñanza. Esas personas no parecen tener
en cuenta algo evidente y es el hecho de que cualquier niño pasa
tantas horas ante la pantalla del televisor como las que permanece en
la escuela. Los programas de televisión transmiten valores y conceptos
que para bien o para mal contrastan con los valores y conceptos que defiende
el sistema educativo. La televisión está presente en el
98% de los hogares, mientras que Internet no llegaba en 2003 a tener presencia
ni en una cuarta parte de los hogares españoles - la proporción
es aún más desigual en casi todos los países de América
Latina - etc. Podríamos seguir, pero todas las razones anteriores
y otras muchas más han hecho que las televisiones públicas
y los sistemas educativos de la mayor parte de los países de nuestro
entorno lleven trabajando desde hace décadas en un aprovechamiento
educativo de la televisión.
En España, hasta la temporada 2003-2004 la televisión
pública estatal no se había planteado recuperar la programación
de tarde para la audiencia infantil. En el otoño de 2003 esta recuperación
se ha producido de una forma bastante cuestionable. En su publicidad TVE
ha anunciado la recuperación de 3 franjas: mañana, mediodía
y tarde. En teoría 5 horas de producción infantil. En la
práctica nos encontramos con que el contenedor que envuelve esa
programación infantil apenas cuenta con 3 minutos de producción
propia por cada hora de emisión y sin embargo la publicidad destinada
a los niños llega a tener una presencia en ocasiones, a veces superior
a los 15 minutos por hora. Lo que representa 5% de producción propia
y 25% de publicidad. El 70% restante lo ocupa la emisión de dibujos
animados de muy variada calidad. Da la sensación de que el contenedor
denominado los Lunnis ha nacido con la precipitación que caracteriza
a las decisiones políticas improvisadas y que tampoco esta vez
los buenos profesionales de TVE han podido hacer su trabajo con una mínima
tranquilidad y sosiego.
Como ya antes se ha apuntado no existe ningún canal,
ni en la televisión generalista, ni en las plataformas digitales,
que cuente con una programación pensada para la educación.
Como idea-fuerza de este artículo tenemos que afirmar
que la televisión en su conjunto realiza una labor educativa, en
positivo o en negativo. Como ya han recordado autoras como Rivière,
Rico o Camps, o autores como Bueno, Ferrés, o Verdú, -por
citar sólo a algunas de las personas que han reflexionado en España
sobre el momento actual de la televisión desde áreas como
la comunicación, la ética, la filosofía o la educación-,
la televisión nos suministra una imagen del entorno que es reflejo
de la sociedad en la que vivimos. Cuando el presidente del Gobierno Español
José María Aznar se quejaba el 29 de mayo de 2003 del bajo
nivel al que habían llegado determinados programas de televisión,
esa crítica debía extrapolarse necesariamente a una realidad
que, gustase o no, se había fabricado en un contexto histórico,
político y social de la España de comienzos del siglo XXI.
Habría que preguntarse si no existe una relación
directa entre el supuesto deterioro de la televisión y la negación
del papel de este medio como servicio público. Habría que
plantearse igualmente si la ínfima presencia de programas pensados
en términos educativos no es también otro síntoma
de un “deterioro anunciado” y perfectamente previsible.
Si nos planteáramos ¿por qué
necesitamos la televisión para educar?, las respuestas serían
múltiples, pero he querido aportar algunas de las que me parecen
más obvias y claras: necesitamos a la televisión en nuestra
tarea educativa “porque es un medio importante de socialización,
porque su nivel de implantación en la sociedad actual hace que
no tenga competidor posible, porque esto la convierte potencialmente en
un medio capaz de compensar ciertas desigualdades sociales, porque es
transmisor de normas, valores y conceptos que compiten con las que suministran
la familia y el sistema educativo, porque a pesar de las críticas
de algunos intelectuales es un medio que da facilidades para acceder a
determinados conocimientos, porque sirve de contraste permanente con la
escuela, porque las horas de inversión de capital humano e intelectual
que requiere le suponen un gran esfuerzo a la sociedad, porque ese esfuerzo
es pagado de manera más o menos directa por todas las ciudadanas
y ciudadanos, porque la escuela está perdiendo la batalla de la
educación y necesita más apoyos que nunca, porque existen
experiencias emblemáticas que demuestran las inmensas posibilidades
del medio, porque la nueva televisión va a permitirnos llevar a
la práctica un concepto de educación integral que implica
identificar a este medio con otros servicios de valor añadido,
incluyendo el acceso a Internet,etc” .
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