Jesús García Jiménez
Catedrático y Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid
El planteamiento  


Cuando la Comisión Mixta de Radio-Televisión Educativa (integrada por responsables del Ministerio de Educación y Ciencia y de TVE) concibió el proyecto de la televisión escolar, se enfrentó con la necesidad inicial de cohonestar y conjugar dos términos, inicialmente opuestos e incompatibles (la televisión y la educación reglada). Parecía indispensable acompañar y en cierto modo constreñir el mensaje de la televisión mediante otras acciones que permitieran desvirtuar los efectos perniciosos y aprovechar al máximo su potencial comunicativo. Se llegó pronto a la conclusión de que la enseñanza por televisión no podía concebirse sin una organización complementaria que actuase a modo de sistema vegetativo.

  La televisión escolar tenía que ser el resultado de un compromiso técnicamente fundado y responsable entre la televisión y de la escuela.

La televisión, a partir de los análisis de Georges Friedman, era considerada como una “escuela paralela”, pero es sabido que las instituciones educativas siempre han de estar ordenadas a la convergencia y lo contrario (lo comprobamos cada día al analizar el impacto de una televisión abandonada a sus rutinas) solo conduce a la esquizofrenia cultural.
El compromiso no fue nada fácil y hubo que superar numerosos complejos iniciales, tanto por parte de los profesionales de la televisión, como por parte de los pedagogos, para hallar ese “tercer espacio” en el que unos y otros reconocieran humildemente la necesidad de una cooperación radical de consecuencias innovadoras, tanto para la televisión como para la escuela.

Ese “tercer espacio” debía hacer pie en estos cinco pasos del proceso:

  • La Preparación del material cuya proyección se orientaría en un doble sentido: hacia la televisión y hacia la escuela. Ese material debía tener unidad de criterio y de formulación.
  • La Emisión, en la cual se incluiría, no sólo el hecho de poner en antena el mensaje, sino toda la labor de producción, para convertir la propuesta de los guiones recibidos del grupo de preparación en producto a la vez televisivo (buena televisión) y pedagógico (educativamente eficaz). Es obvio suponer que en el seno de la Comisión de Radio-Televisión Educativa hubo muchos momentos de alta temperatura, que comenzaron a dar sus frutos cuando las críticas recíprocas dieron paso a las autocríticas y confesiones de parte.
  • La Orientación de los maestros encargados de la recepción mediante los oportunos materiales que le debían proporcionar información, sugerencias y cauces para la integración formal de este recurso de apoyo en la práctica docente debía ser el segundo paso del proceso. La red orgánica del sistema escolar debía correr a cargo de esta misión.
  • La Recepción, en que la persona del maestro, ante el mensaje que recibiría a través de la pequeña pantalla y en virtud de las guías y prescripciones de los pedagogos, enviadas previamente a través de sus publicaciones regulares, le permitiría hacer la adecuada explotación didáctica del programa o lección televisada.
  • Una última fase de la recepción habría de consistir en la explotación idónea del mensaje televisado. Suponía esta fase algunas innovaciones radicales. Por parte de la televisión aparecía un régimen novedoso de subordinación, eficacia, clausura y evaluación externa de sus mensajes, de suyo siempre abiertos y libérrimos. Por parte de la escuela, la apertura al universo mundo, donde reinan las contradicciones, los valores contrapuestos y el aire de frivolidad de este nuevo medio, poco compatible con el ranking de los valores tradicionales que ha proclamado siempre el sistema educativo.

Como puede apreciarse, aunque reflejado en síntesis, el esquema de la Televisión Escolar era amplío y complejo y hacía suponer que su adecuado funcionamiento debía ser fruto de una labor concienzuda y meticulosa.
Cualquier planificación que se adoptase necesitaría ajustes progresivos, pero se comprendió pronto la necesidad de una intensa labor formativa y conjunta de los profesionales de la televisión y de los profesionales de la enseñanza, mediante encuentros y seminarios permanentes de análisis y debate. Fueron auspiciados y fomentados por la Inspección Central de Enseñanza Primaria, el C.E.D.O.D.E.P. (Centro de Documentación y Orientación Didáctica de Enseñanza Primaria) y el Departamento de Programas Educativos de TVE.

La singularidad del producto (“lección televisiva”) resultaba muy novedosa para los profesionales de la televisión. No se trataba de hacer programas infantiles al uso (recreativos o de entretenimiento), ni programas de divulgación o iniciación cultural de adultos, sino de programas escolares. Un programa cultural, sin más, se enseñorea en la franja de tarde y trata de actualizar e informar, a mentes adultas y por tanto, la forma de presentación busca la formación difusa y el entretenimiento sin constricciones. Los programas escolares, en cambio, son didácticos, y reproducen la situación docente?discente en la medida más natural y aproximada posible, pero a la vez, mediando la televisión, deberían apuntar a escenarios de innovación y creatividad.
En la fase de explotación debía jugar un importante papel el maestro, siempre pieza insustituible. Debía preparar a los alumnos sobre el contenido del mensaje, motivarlos, y llevarles hacia la expectación. Una vez recibido, debía seguir una fase de intercambio de preguntas, información complementaria y realización de tareas y ejercicios concretos. De aquí la necesidad de planificar y realizar con antelación suficiente los guiones didácticos.