Cuando la Comisión Mixta de Radio-Televisión Educativa (integrada
por responsables del Ministerio de Educación y Ciencia y de TVE)
concibió el proyecto de la televisión escolar, se enfrentó
con la necesidad inicial de cohonestar y conjugar dos términos,
inicialmente opuestos e incompatibles (la televisión y la educación
reglada). Parecía indispensable acompañar y en cierto modo
constreñir el mensaje de la televisión mediante otras acciones
que permitieran desvirtuar los efectos perniciosos y aprovechar al máximo
su potencial comunicativo. Se llegó pronto a la conclusión
de que la enseñanza por televisión no podía concebirse
sin una organización complementaria que actuase a modo de sistema
vegetativo.
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La televisión escolar
tenía que ser el resultado de un compromiso técnicamente
fundado y responsable entre la televisión y de la escuela.
La televisión, a partir de los análisis de Georges Friedman,
era considerada como una “escuela paralela”, pero es sabido
que las instituciones educativas siempre han de estar ordenadas a
la convergencia y lo contrario (lo comprobamos cada día al
analizar el impacto de una televisión abandonada a sus rutinas)
solo conduce a la esquizofrenia cultural.
El compromiso no fue nada fácil y hubo que superar numerosos
complejos iniciales, tanto por parte de los profesionales de la televisión,
como por parte de los pedagogos, para hallar ese “tercer espacio”
en el que unos y otros reconocieran humildemente la necesidad de una
cooperación radical de consecuencias innovadoras, tanto para
la televisión como para la escuela. |
Ese “tercer espacio” debía hacer pie
en estos cinco pasos del proceso:
- La Preparación del material
cuya proyección se orientaría en un doble sentido: hacia
la televisión y hacia la escuela. Ese material debía tener
unidad de criterio y de formulación.
- La Emisión, en la cual
se incluiría, no sólo el hecho de poner en antena el mensaje,
sino toda la labor de producción, para convertir
la propuesta de los guiones recibidos del grupo de preparación
en producto a la vez televisivo (buena televisión) y pedagógico
(educativamente eficaz). Es obvio suponer que en el seno de la Comisión
de Radio-Televisión Educativa hubo muchos momentos de alta temperatura,
que comenzaron a dar sus frutos cuando las críticas recíprocas
dieron paso a las autocríticas y confesiones de parte.
- La Orientación de los
maestros encargados de la recepción mediante los oportunos materiales
que le debían proporcionar información, sugerencias y
cauces para la integración formal de este recurso de apoyo en
la práctica docente debía ser el segundo paso del proceso.
La red orgánica del sistema escolar debía correr a cargo
de esta misión.
- La Recepción, en que
la persona del maestro, ante el mensaje que recibiría a través
de la pequeña pantalla y en virtud de las guías y prescripciones
de los pedagogos, enviadas previamente a través de sus publicaciones
regulares, le permitiría hacer la adecuada explotación
didáctica del programa o lección televisada.
- Una última fase de la recepción
habría de consistir en la explotación
idónea del mensaje televisado. Suponía esta fase algunas
innovaciones radicales. Por parte de la televisión aparecía
un régimen novedoso de subordinación, eficacia, clausura
y evaluación externa de sus mensajes, de suyo siempre abiertos
y libérrimos. Por parte de la escuela, la apertura al universo
mundo, donde reinan las contradicciones, los valores contrapuestos y
el aire de frivolidad de este nuevo medio, poco compatible con el ranking
de los valores tradicionales que ha proclamado siempre el sistema educativo.
Como puede apreciarse, aunque reflejado en síntesis,
el esquema de la Televisión Escolar era amplío y complejo
y hacía suponer que su adecuado funcionamiento debía ser
fruto de una labor concienzuda y meticulosa.
Cualquier planificación que se adoptase necesitaría ajustes
progresivos, pero se comprendió pronto la necesidad de una intensa
labor formativa y conjunta de los profesionales de la televisión
y de los profesionales de la enseñanza, mediante encuentros y seminarios
permanentes de análisis y debate. Fueron auspiciados y fomentados
por la Inspección Central de Enseñanza Primaria, el C.E.D.O.D.E.P.
(Centro de Documentación y Orientación Didáctica
de Enseñanza Primaria) y el Departamento de Programas Educativos
de TVE.
La singularidad del producto (“lección televisiva”)
resultaba muy novedosa para los profesionales de la televisión.
No se trataba de hacer programas infantiles al uso (recreativos o de entretenimiento),
ni programas de divulgación o iniciación cultural de adultos,
sino de programas escolares. Un programa cultural, sin más, se
enseñorea en la franja de tarde y trata de actualizar e informar,
a mentes adultas y por tanto, la forma de presentación busca la
formación difusa y el entretenimiento sin constricciones. Los programas
escolares, en cambio, son didácticos, y reproducen la situación
docente?discente en la medida más natural y aproximada posible,
pero a la vez, mediando la televisión, deberían apuntar
a escenarios de innovación y creatividad.
En la fase de explotación debía jugar un importante papel
el maestro, siempre pieza insustituible. Debía preparar a los alumnos
sobre el contenido del mensaje, motivarlos, y llevarles hacia la expectación.
Una vez recibido, debía seguir una fase de intercambio de preguntas,
información complementaria y realización de tareas y ejercicios
concretos. De aquí la necesidad de planificar y realizar con antelación
suficiente los guiones didácticos.
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