EL TIEMPO DE LA TELEVISIÓN (reflexiones desde el arte y la red)

Remedios Zafra


El arte es uno de los pocos caminos que nos quedan para otorgar un tiempo de reflexión al mundo. El arte opera como un elemento distorsionador del tiempo, como resistencia al feroz agente homogeneizador del mundo: la ausencia de tiempo para pensar. Tal vez, uno de los mayores inconvenientes que plantea la televisión sea justamente éste -Pierre Bourdieu(1) lo sugiere hasta la saciedad- la televisión no favorece el pensamiento; no hay pensamiento sin tiempo para pensar.

Tomarse un tiempo para pensar la televisión sería, sin duda, un reto difícil si pretendiéramos hacerlo dentro de la misma televisión, tal como intentara Bourdieu en los programas retransmitidos en 1996 por la Paris Première(2). Difícil pero tentadora posición en tanto sugiere otras críticas efectivas a la imagen desde dentro de la misma imagen (como ya propusiera ejemplarmente Godard). Sin embargo, nuestro intento se vehicula a través de Internet, un medio que, de momento y por su carácter eminentemente textual, sí facilita un tiempo -cuando menos- de lectura.

Hablamos, pues, desde la pantalla del ordenador que convive con la tv. Aunque muchos ven en las fisonomías de sus dispositivos receptores (aparato de tv y ordenador) la genética perfecta para fusionarlos en una nueva criatura; aunque fenómenos como el clickeado y el zapping tienen, el uno en el otro, un modelo de similitud y ambos son referenciales de la celeridad de nuestra época, Internet todavía mantiene unas posibilidades de recepción, producción y relación intersubjetiva que no permite la tv, unas posibilidades de autogestión del tiempo y de las imágenes que diferencian a los dos medios.

Puede que la convergencia de ambos dispositivos esté en ciernes. Los preparativos del enlace animan a muchos a replantear la decoración de sus hogares, pero el problema no es tanto si los salones de las casas se sustituirán por cabinas unipersonales de acceso a la "telered", como si todavía tiene sentido hablar de la lucha planteada por numerosos teóricos y artistas, encaminada a lograr uno de los primeros objetivos políticos de la televisión: su conversión en "un extraordinario instrumento de democracia directo" y no en "un mecanismo de opresión simbólica"(3). Y aunque esta vindicación, suscitada durante el pasado siglo por los más activos y comprometidos pensadores y artistas, iba dirigida a la televisión se hace sin duda extensiva a otros medios como la red.

Más allá del carácter unidireccional o multidireccional del sentido de sus emisiones, más allá de sus diferencias, hallamos aquí un elemento común, la lucha por convertir estos medios en mecanismos facilitadores de la democracia. Ambos en un principio despertaron las más lúcidas iniciativas de uso democratizador, pero ambos en su trayectoria siguen repitiendo modelos de jerarquización y de dominación simbólica propios de un sistema pancapitalista, soterrando sus intenciones tras el pliegue de cualquier vestigio de novedad y de la todavía (muchos creen que ficticia) posibilidad de cambio.

No es nueva pues esta intencionalidad que aparece en cada medio y sobre la que muchos artistas han basado su trabajo crítico y activista. De hecho, está condenada a aparecer y, si hacemos caso a la experiencia, condenada también a ser neutralizada por las condiciones del mundo contemporáneo y su mejor agente: la velocidad que anula el tiempo para pensar.

Sí sería nuevo, sin embargo, el ciclo que generan los medios, el que suscita una manera de organizar nuestra forma de conocer y experimentar el mundo a través de las imágenes. Una experimentación donde el pensamiento sería sustituido por proyecciones e identificaciones, el presente por pasado, y la sensación de pensamiento veloz desmantelada por el descubrimiento de una estructura (no reflexiva) repleta de ideas preconcebidas. Nueva esta forma de pensamiento que irradia la cultura visual, en cuyo contexto se producen tanto televisión como Internet, y en cuya trama hemos de plantear toda reflexión contemporánea sobre la televisión.

En este contexto, si bien Bourdieu insiste en la dificultad de la televisión para la expresión del pensamiento, justamente por su velocidad, Derrida(4) reconoce en la televisión una de las razones de la aceleración de los más fulgurantes cambios sociales y políticos de la última década. Es decir, la vinculación de las más importantes transformaciones históricas de nuestra tiempo a la evolución de los nuevos medios. De hecho, Derrida plantea frente al poder del capital una rebelión de las pantallas de ordenador a través de la red .


Esta nueva "temporalidad de la técnica" sería pues indisociable de la aceleración de los procesos políticos y económicos de nuestra sociedad. Responsable tanto del incremento de velocidad de nuestro tiempo como de la velocidad que imposibilita un espacio para el pensamiento.

Sin embargo, el tiempo de ver la televisión es ocupado por otras sensaciones donde, tal como sugiere Derrida(5), se alimenta nuestra posición de "mirones invisibles", donde podemos gozar de una liberación sin igual, donde estamos "autorizados a todas las identificaciones y proyecciones posibles". Este tiempo frente a la pantalla de la televisión (y también frente a la del cine) aludiría más, en este sentido, no a un saber, ni a una memoria presente y activa (más propia de la lectura), sino a emociones, identificaciones y proyecciones, aludiría más a pasado.

Efectivamente, esta vinculación con el pasado nos recuerda nuevamente lo sugerido por Bourdieu. Ante la televisión se produce un fenómeno de intercambio de "ideas preconcebidas"(6), éstas son las únicas que permiten la velocidad porque ya estaban en nosotros. Así, la sensación de que en la televisión se piensa rápido no es sino un espejismo. Resultaría lógico creer que en la televisión es imposible producir un pensamiento meditado ante la urgencia y el control de audiencias. Las ideas que ya teníamos, los tópicos, los pensamientos de la colectividad, son los únicos capaces de resistir esta aceleración del tiempo, satisfaciéndonos en la superficialidad y alimentando nuestra posición relajada de "mirones invisibles" del mundo.


Pero, ¿qué papel puede tener el arte en el tiempo de la televisión? Tal vez, el arte sea una de las pocas formas de resistencia que nos queda, una resistencia que desestabiliza la crisis a la que la televisión somete a la esfera de producción cultural. El arte opera subversivamente ante la velocidad del medio, sugiere y visibiliza la estrategias de repetición y homogeneización del mundo. El arte nos obliga a idear formas de descontextualización de la cultura de la velocidad, y al hacerlo distorsionar el sistema, facilitar un tiempo. El arte nos permite mirar lo que normalmente sólo vemos; impedir la abdicación de la mirada ante la rapidez de la imagen. El movimiento de secuencias previamente seleccionadas por otros, fruto de una falsa heterogeneidad; los mismos titulares con distintos colores corporativos, cada día.

Una cuestión que debemos también tener en cuenta es el papel de la imagen en la televisión. Ésta ha sido durante mucho tiempo la que ha otorgado singularidad respecto a otros medios y, sin duda, ésta es una imagen de la velocidad. Si el tiempo en televisión vale dinero, cuantas más fracciones de tiempo se venden más dinero se gana, por lo que a menor tiempo mayor velocidad y por lo tanto más rápidas deben ir las imágenes. Sin embargo, y aunque resulte paradójico, el mundo de la imagen, tal como señala Bourdieu, está dominado por las palabras. Las imágenes no se ven hasta que se lee o escucha la leyenda, "dar nombre significa hacer ver" o como indica Zunzunegui(7) "La imagen no es tanto algo que se mira como algo que se piensa".

Por otra parte, desde que podemos (re)producir técnicamente una imagen existe una desconfianza, Derrida(8) la considera irreductible, hacia la imagen reproducida. Derrida indica al respecto que puede deberse a "una forma de arcaísmo" a la consideración de que sólo el verbo o la escritura en su presencia real otorgan credibilidad.

La descontextualización y la posibilidad de manipulación de las imágenes está siempre latente desde el momento en que nos llegan a través de un intermediario (llámese tv o Internet) sin embargo pese a que una primera lectura nos hace pensar en que la imagen favorece el denominado "efecto de realidad"(9) (funciona como prueba), en el trabajo informativo y comunicativo la palabra "hace ver". Bourdieu insiste en que la imagen televisiva no es nada sin el titular (recordemos las imágenes que dieron la vuelta por las televisiones de todo el mundo el post -11 de septiembre y que fueron interpretadas como la respuesta de algarabía de los afganos ante el atentado y a las que les faltaba el "pie de foto": estas imágenes fueron grabadas hace varios años). Las palabras hacen ver.

No podemos olvidar, además, el sentido dado a las imágenes en la televisión, y esto inevitablemente nos hace pensar en el carácter espectacular del medio que recrea un acontecimiento en imágenes y posteriormente dramatiza o banaliza su importancia, es decir, jerarquiza en función de una ideología y de su carácter espectacular. Derrida ya plantea que la actualidad no es sino una "artefactualidad"(10) "una hechura de ficción creada por los medios". Imágenes que, por otra parte, no son miradas, tal como Virilio señala en lo que él denomina industrias de la visión, sino vistas en un contexto veloz, donde ni la mirada ni el tiempo de reflexión operan.

En este contexto, donde actúan también las diferentes esferas de producción cultural, cada vez más cercanas a las del espectáculo y del entretenimiento, parece lógico temer que la televisión ponga en peligro las esferas de producción cultural. Sin duda uno de los motivos que genera este miedo es la cuestión del tiempo, la sensación de intercambio del tiempo (para pensar) por pequeñas cápsulas anestésicas de velocidad, pequeñas unidades de tiempo para ver sin mirar. Hacia este tiempo maniobra el arte, ocupándose de la función que Malraux daba a su "museo imaginario"(11), no ya el dar la eternidad que pedían los artistas del pasado, sino, al menos, facilitar una enigmática liberación del mismo.

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Fuente: web Metrópolis

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Piazza Virtuale ,
Van Gogh TV-
Ponton European Medialab Art

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jiffylux tv , Laura Floyd

 

 

 

 

 

 

 

 

<no+tv> http://aleph-arts.org/no+tv/

 

 

 


NOTAS

1. BOURDIEU, P.: "Sobre la televisión". Anagrama, Barcelona. 1997.
2. El 18 de marzo de 1996 se grabaron dos programas de televisión en el marco de un ciclo de conferencias dadas en el Collage de France que posteriormente en mayo de dicho año fueron retransmitidos por Paris Première. Estos programas reproducían las conferencias de Pierre Bourdieu: "Sobre la televisión" y "El campo periodístico y la televisión". Al respecto decía Bourdieu: "He decidido retransmitir por televisión estas dos conferencias para tratar de ir más allá de los límites de la audiencia normal de un curso del Collage de France. Pienso, en efecto, que la televisión, a través de los diferentes mecanismos que intento describir de forma sucinta (...) pone en muy serio peligro las diferentes esferas de la producción cultural: arte, literatura, ciencia, filosofía, derecho".
3. BOURDIEU, P.: op. cit.: p. 11.
4. DERRIDA, J. y STIEGLER, B. (1996): "Ecografías de la televisión". Buenos Aires, EUDEBA. 1998.
5. Esta idea está sugerida en las entrevistas realizadas a Derrida en París el 10 de julio de 1998, por Antoine de Baecque y Thierry Jousse, y el 6 de noviembre de 2000, por Thierry Jousse. Transcripción y edición Stéphane Delorme. Publicado en Cahiers du cinéma, n° 556, abril 2001.
6. BOURDIEU, P.: op. cit.: p. 39.
7. ZUNZUNEGUI, S.: "Pensar la imagen". Ediciones Cátedra, Universidad del País Vasco, Madrid. 1992: p. 15.
8. DERRIDA, J.: Op. cit.: p. 5.
9. BOURDIEU, P.: Op. cit.: p. 27.
10. DERRIDA, J.: Op. cit.: p. 4.
11. MALRAUX, A.: "El museo imaginario". Las voces del silencio, Buenos Aires. 1956.