José Mª González-Serna
IES “Carmen Laffón”
San José de La Rinconada, Sevilla
La biblioteca escolar


BIBLIOTECA (1)

  1. Local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la  lectura.
  2. Mueble, estantería, etc., donde se colocan libros.
  3.  Conjunto de estos libros.
  4. Obra en que se da cuenta de los escritores de una nación o de un  ramo del saber y de las obras que han escrito. La BIBLIOTECA de don Nicolás Antonio.
  5. Colección de libros o tratados análogos o semejantes entre sí, ya por las materias de que tratan, ya por la época y nación o autores a que pertenecen. BIBLIOTECA de Jurisprudencia y Legislación; BIBLIOTECA
     de Escritores Clásicos Españoles.
  6.  V. ratón de biblioteca.

Según la UNESCO, una biblioteca es “una colección organizada de libros y publicaciones impresas y de otros documentos, sobre todo gráficos y audiovisuales, servida por un personal encargado de facilitar el uso de ella por los lectores para su información, investigación, enseñanza o recreo”.

  El Diccionario de la Real Academia Espeñola nos define las bibliotecas en su primera acepción como un local en el que se encuentran depositados un conjunto variado de libros ordenados para su lectura. La UNESCO, en cambio, amplía el concepto intentando adaptarse a los nuevos tiempos y nos habla no solamente de libros, sino también de cualquier otro tipo de material, preferentemente gráfico y audiovisual. En definitiva, la UNESCO transforma el concepto de simple biblioteca en mediateca, que es como se entienden en la actualidad y como entendemos los que nos dedicamos a la enseñanza estas nuevas bibliotecas. El paso de biblioteca a mediateca, al menos conceptualmente, está plenamente conseguido en nuestro contexto educativo, pero quizás fuera bueno empezar a contemplar la posibilidad de un nuevo paso adelante, de un nuevo salto conceptual, que nos lleve a algo a lo que podamos llamar -¿por qué no?- “ciberoteca”. Sobre ese salto es sobre el que quieren tratar estas páginas al proponer la ruptura con el local físico del que nos hablaba la entrada del diccionario.

Se trata de un lugar común entender que existen diferentes tipos de bibliotecas, dependiendo del tipo de usuario y, por tanto, del material en ellas almacenado y clasificado. En principio podríamos distinguir cinco tipos, que irían desde las bibliotecas nacionales y públicas, por fuerza generalistas, a bibliotecas especializadas, pasando por las académicas y escolares.

Intentar definir estas últimas puede resultarnos algo difícil, dada la variedad con la que nos encontramos en nuestros centros: desde las bibliotecas muy establecidas en centros de gran tradición y que casi podríamos decir que funcionan como “bibliotecas públicas” de la localidad o el distrito, hasta las existentes en centros de nueva creación dotadas con unos materiales mínimos y, en la mayoría de los casos, exclusivamente bibliográficos.

 

Cierto es que las administraciones educativas consideran la biblioteca como un elemento indispensable de todo centro escolar, de manera que en los edificios educativos siempre se cuenta con un espacio que debe ser dedicado a tal menester, además de existir diferentes publicaciones institucionales que abundan en la necesidad y en el uso formativo de las bibliotecas escolares. La realidad, sin embargo, es algo diferente. Ese interés por la biblioteca como centro del proceso formativo, vinculado a la afirmación de que la lectura y la animación a la misma debe convertirse en eje vertebrador del proceso de enseñanza-aprendizaje, se nos antoja la mayoría de las veces un “desideratum” más que en una realidad.

Lo cierto es que las necesidades de espacio han convertido la sala de lectura en un aula más de los centros, que no existe un personal específico encargado de desarrollar las actividades propias de una biblioteca, dejando esa labor a la buena voluntad de un profesorado al que, por otra parte, se le carga cada vez más con otras obligaciones.

Lo cierto es que la biblioteca no es ni siquiera considerada al mismo nivel que otros departamentos didácticos y su responsable no tiene acceso al equipo técnico de coordinación pedagógica en el que, entre otras cuestiones, se discuten asuntos en materia presupuestaria y de líneas educativas generales del centro docente. Quizás pudiéramos seguir alargando la lista de incoherencias que podemos encontrar entre lo que las administraciones dicen en sus leyes y directrices generales y lo que después permiten en sus reglamentos –el dicho “haz tú la ley que yo haré el reglamento” parece cobrar una nueva dimensión en el asunto de las bibliotecas y las estrategias de animación a la lectura-, pero con lo ya expuesto podemos hacernos una idea muy aproximada de lo que en la actualidad entendemos por “biblioteca escolar” y de algunos de los problemas con los que se encuentra el encargado de la misma al tener que debatirse entre el deseo de satisfacer lo que la legislación, el alumnado y el profesorado le exige, y la realidad de la escasez de medios y capacidad decisoria.

Aparte de los problemas derivados de la organización de los centros –o precisamente a causa de ellos-, las bibliotecas escolares se encuentran con el reto de intentar satisfacer las expectativas y necesidades de un alumnado que no ve en el libro un medio idóneo para acceder a la información y a la diversión. La transformación del concepto biblioteca en mediateca perseguía esa intención de adaptarse a las nuevas necesidades creadas por los nuevos tiempos, pero es frecuente que las nuevas mediatecas escolares incorporen material audiovisual puramente testimonial y mal catalogado, así como que no ofrezcan la posibilidad de visionado o audición de los documentos y traten esos textos audiovisuales con las mismas técnicas y estrategias con las que tradicionalmente se ha tratado el libro.

Sin duda era necesario el salto del libro hacia otros medios, pero ese salto debe prolongarse y no quedarse en el almacenamiento de discos, periódicos y videos; se nos hace necesario emplear las posibilidades que las nuevas tecnologías de la información nos ofrecen para dar a conocer, y para animar a conocer, aquello de lo que ya disponemos en nuestros anaqueles, y también necesitamos emplearlas para acercar al alumnado aquello de lo que no disponemos físicamente, pero sí virtualmente.